Información versus desinformación
23/11/2016Internet ha facilitado el acceso a la información de manera rápida y global, con lo cual, su contribución a la democratización de ésta es de incalculable valor; no obstante, el mal uso ha degenerado las prácticas normales, creando una ola de información falsa que les permite a sus creadores obtener un rédito económico a partir de la confusión del usuario.
Particularmente, las grandes redes sociales se han convertido en el foco de propagación de las noticias falsas, permitiendo a los usuarios una forma rápida de compartirlas, aumentando exponencialmente el riesgo de confusión, el cual -sumado a la liviandad y displicencia con la que el usuario medio accede a la página- facilita y contribuye a la desinformación. Títulos llamativos de poco contenido, origen dudoso pero de rápido acceso son el claro ejemplo de que la desinformación está ganando terreno, irresponsabilidad compartida entre los grandes proveedores y los usuarios.
Se ha democratizado la información, pero a la vez, el riesgo de distorsión es cada vez mayor y se potencia ante circunstancias de renombre mundial, como se pudo apreciar en las vísperas de la elección presidencial en los Estados Unidos, cuando las redes sociales sucumbieron ante la información falsa partidaria, con fines de dirigir el voto del electorado.
Ante un sinnúmero de críticas, los poderosos Facebook y Google han tomado cartas en el asunto, buscando combatir el principal enlace que utilizan los creadores de desinformación para propagarse, es decir las redes de publicidad, limitando su acceso a fin de destruir los incentivos económicos de estos últimos.
Las grandes plataformas de Internet son las mejores posicionadas para realizar el primer filtro de la información que facilitan, comprobando que tengan un origen de confianza, y no dejar en manos del usuario promedio un análisis que excede su competencia, no obstante este último cargará con la responsabilidad de un segundo filtro, el cual se centrará particularmente en el contenido de la información, a modo de no ser partícipes de una cadena de distorsión.
La libertad de expresión, tal como la encontramos en la Constitución Nacional, ha sido un bastión central del derecho a informar y a recibir información, pero mal usado puede tornarse antifuncional, por lo cual -sin llegar a la censura- es necesario la utilización de filtros razonables. Cortar los incentivos monetarios de personas que se escudan en el anonimato o nombres falsos para distorsionar la realidad y propagar la desinformación es una acción útil, siempre y cuando las grandes plataformas se encuentren dispuestas a exigir mayores recaudos a la hora de autorizar el ingreso a sus redes de publicidad.
Por:
Sergio Castelli - Agente de la Propiedad Industrial
Tobias Larregui - Abogado